En 1958
nace la mayor productora de la animación japonesa llamada Toei Doga, teniendo
como presidente a Hiroshi Okawa quien es conocido por la legendaria frase
“tenemos que convertirnos en el Disney del Oriente”.
Toei Doga
(que en 1998 cambiará su nombre por el de Toei Animation), se adelantó a sus
competidores al empezar en 1993 la digitalización del proceso de animación, que
sustituyó a los largos procesos tradicionales y que hoy día es empleada en la
casi totalidad del género producido en Japón. Por ello, a Okawa le corresponde
no sólo el mérito de haber apostado por la animación japonesa consiguiendo
llevarla hasta un nivel que permitiese su exportación a todo el mundo, sino
también el de haber producido su digitalización, creando con ambas decisiones
las bases para su crecimiento y difusión.
En la
década de los sesenta Miyazaki comenzó a trabajar en Toei en el cargo de
intercalador (encargado de dibujos entre movimientos). Con el tiempo se
convirtió en secretario en jefe del sindicato, donde conoció a Isao Takahata,
gran amigo que luego sería colega en el Studio Ghibli.
Takahata
quien fuera el realizador de varias obras maestras del cine de animación de
Toei Doga, Taiyo no Oji. Horusu no daiboken (Las aventuras de Horus, Príncipe
del Sol, estrenada en España como La princesa encantada, 1968), basada en una
mezcla de la saga Yukara con leyendas escandinavas y que contaba la lucha del
valeroso príncipe Horus contra el país de los hielos y la nieve, dominado por
un ser malvado y su hermana menor Hilda, obligada a su pesar a obedecerle.
Hilda, que posee una hermosa voz, es incapaz de resistirse a las órdenes de su
hermano e intentará destruir la aldea donde vive Horus.
Este tipo de historias donde el dilema por la lucha entre el bien y el mal de un personaje,
además femenino, no se había visto nunca en el cine de animación, por lo que causo gran expectación en aquella época.
El responsable principal de este retrato
psicológico fue Yasuji Mori (1925-1992), mientras que el joven desconocido que
se encargó del diseño de los paisajes de la aldea fue Hayao Miyazaki (1941),
que ganó prestigio entre la profesión gracias a ello.
El tema de
La princesa encantada era el de unirse para hacer frente a las dificultades,
pero esto fue también la historia que rodeó a su filmación: un equipo con ganas
de trabajar frente a una productora que no paraba de poner pegas ante la
continua escalada del presupuesto y la prolongación del trabajo.
De hecho,
estuvo a punto de paralizarse la producción de la película, pero gracias a la
insistencia con que Takahata y su equipo defendieron su causa ante sus jefes,
pudo terminarse.
A pesar de
las buenas críticas que cosechó, la película, que había costado una fortuna,
sufrió un duro fracaso comercial, del que Takahata fue obligado a hacerse
responsable con una bajada de categoría y sueldo más que notable. Ante ello,
Takahata y Miyazaki deciden abandonar Toei poco después y buscar la forma de
continuar realizando libremente películas de dibujos animados.
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